Miguel Ángel, Pollock y una tele rota: Crítica al arte contemporáneo

El arte es subjetivo. Eso dicen, especialmente cuando hablamos de arte contemporáneo. Por tanto, con toda la autoridad que me otorga mi propia subjetividad, vengo a cuestionarlo. No al arte en sí, sino a lo que se cuela bajo su paraguas últimamente. Porque si todo es arte, entonces nada lo es. Y si la única condición para que algo lo sea es que alguien lo diga… ¿Dónde queda la exigencia, la maestría, la intención real?

Hoy puedes llamar “arte” a una silla decorada con cristales Swarovski que se rompe al sentarte. Y si el museo que la expone decide demandarte por no haber entendido que era “una pieza artística”, entonces no solo se ha perdido el juicio, también el criterio.

Lo de la silla es una noticia real. Un turista se sentó sin querer en una horterada de silla decorada con muchas piedras brillantes por tomarse una foto y ésta se rompió como si fuera de cartón. Pero, si la obra de arte es una silla, y la función principal de una silla es sentarse... ¿Qué valor tiene ya esa basura que no cumple con aquello para lo que fue creada?

El arte contemporáneo, en muchas de sus vertientes, ha confundido la provocación con el talento, el discurso con la obra, y el accidente con la intención. Hay quienes defienden que el valor de una obra está en la reacción que provoca, en la emoción que genera, sin importar cómo o por qué fue creada. Pero yo me niego a regalarle esa categoría a cualquier objeto que, por estar mal hecho o por no tener utilidad, se nos presente como una genialidad incomprendida.

¿Dónde trazamos el límite del arte moderno? ¿Qué es arte y qué no lo es?

Vamos a ponerlo fácil: el arte es una forma de expresión. Bien. Pero no toda expresión es arte. Para que lo sea, hace falta una combinación clara: Nacer de una emoción, generar una reacción, pero también necesita una técnica y dedicación. Sin eso, todo lo demás se cae como la silla del museo.

Ahora bien: ¿Todo lo que cumple con esos criterios es arte?

Un futbolista corre desde el medio del campo, dribla a la mitad del equipo contrario y marca un gol que es pura poesía: Con potencia, efecto y una ejecución impecable, lo cuela entre la escuadra y las manos del portero desde un ángulo imposible, además, en el último minuto del partido. Su cara refleja la euforia de haber ganado el partido de forma tan magistral y lanza un grito de satisfacción que pone en pie a la grada, que lo celebra como si les hubiera salvado la vida.

No hay duda de que cumple con los criterios. Nace de una emoción, genera una reacción emocional, demuestra técnica y dedicación por tiempo prolongado pero... ¿Es arte? Hay quien diría que sí, pero no deja de ser un momento memorable en un deporte. ¿Qué falta ahí? La intención de hacer arte.

Un Pollock podría ser obra del mismísimo Miguel Ángel

¿Qué te parece este titular? Ya sé que hablamos más de expresionismo abstracto que de arte contemporáneo, pero creo firmemente que cualquier obra de Jackson Pollock podría ser obra de Miguel Ángel. Quiero decir, mientras pintaba la Capilla Sixtina, poniendo años de esfuerzo y dedicación en cada pincelada, tuvo que extender unas telas en el suelo para no mancharlo, ¿No?

Ahora imagina que alguien rescata esas telas y dice: “Esta es la verdadera expresión inconsciente del genio. Su alma en bruto.”
Pues eso es lo que muchas veces me transmite Jackson Pollock.
No niego que su obra pueda gustar, emocionar o inspirar. Pero cuando su técnica consiste en salpicar lienzos sin control aparente, uno no puede evitar pensar: esto mismo podría haberlo hecho cualquiera... sin querer.

Un chicle escupido a la acera y pisoteado, por mucho que se parezca a la Mona Lisa, es una guarrada. Pero puede ser arte si un artista ha modelado conscientemente a la Mona Lisa en un chicle sobre la acera.

Y esa es la clave. Si cualquiera puede hacerlo accidentalmente, ¿es arte?

Porque si la respuesta es “sí”, entonces prepárate: Tengo un televisor roto que expresa mi frustración por perder al Wii Sports. Su pantalla muestra un patrón precioso de píxeles rotos en colores magentas y verdes. ¿Arte digital emocional? No. Es una tele rota. Pero si te gusta el concepto, tengo un proyecto: Game Over. Golpeo teles con mandos de Wii. Cada obra lleva el nombre del videojuego que desató la furia. El catálogo viene con un manifiesto sobre la fragilidad del entretenimiento y la catarsis contemporánea del fracaso.

Portada para Crítuca al Arte Contemporáneo donde se ve una tele rota expuesta en un museo.

Y con eso, ya hay quien me ofrecería un espacio en una galería alternativa de Berlín.

Pero no, gracias. No creo que todo sea arte solo porque me salió del alma o porque generó una respuesta emocional en alguien.

Sólo el arte puede ser arte

El arte tiene que estar hecho como arte. Tiene que nacer como arte y tiene que trascender como arte. Si es bello pero accidental, es azar. Si sólo parece arte porque está expuesto en un museo, es otra cosa.

Arte no es lo que te gusta.
Arte no es lo que se vende caro.
Arte no es lo que provoca polémica.

El arte de verdad lleva detrás una intención clara, una técnica que respalda, una dedicación visible y una voluntad de comunicar algo más allá del impacto inmediato.

Y si eso es subjetivo, que lo sea.

Porque si Miguel Ángel estaba limpiando el suelo mientras pintaba el cielo,
no es para que venga alguien a colgar la fregona y llamarlo instalación artística.


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