La Encrucijada
Mamadou, a sus apenas 14 años, había sido un niño muy afortunado en un país que a menudo se mostraba cruel e injusto con sus ciudadanos. Su inteligencia deslumbrante y su carisma natural y simpatía lo hacían destacar entre sus compañeros, mientras que su estatura imponente de 1,85 cm y su porte elegante le transferían la imagen de un joven Dios de ébano. Sus grandes ojos, profundos y limpios, reflejaban una sabiduría que iba más allá de su corta edad. Sin embargo, la vida le tenía reservado un giro desgarrador.
Una noche fatídica, un alto cargo del gobierno guineano, un tal Amin, desató el horror en su hogar. Con un corazón lleno de amor y sueños, Mamadou se encontraba en casa de un amigo, ajeno a la tragedia que se cernía sobre su familia. Amin, mandó asesinar a toda su familia con el pretexto de conspiración contra el estado urdido con el claro propósito de apropiarse de todas sus posesiones. Al regresar, se encontró con la devastación: sus padres, sus pilares, habían sido asesinados en un acto de avaricia y maldad. La soledad lo abrazó con fuerza, y en ese instante, un juramento se forjó en su interior: algún día, tomaría venganza.
Forzado a huir y abandonar su hogar, Mamadou eligió España como su nuevo destino, atraído por el idioma y una cierta idealización. El viaje fue un auténtico calvario, lleno de peligros y sufrimientos, pero su espíritu indomable lo llevó hasta Madrid, donde encontró refugio por su temprana edad en un centro de participación e integración de inmigrantes. Allí, su extraordinaria inteligencia y su actitud perseverante no pasaron desapercibidas.
Una familia generosa lo acogió, viendo sus enormes posibilidades quiso ayudarle brindándole no solo un cálido hogar, sino también el apoyo necesario para perseguir su sueño de convertirse en neurocirujano, preocupándose de imbuirle aquellos principios y valores imprescindibles para ser una buena persona.
En la Universidad sobresalió por sus grandes facultades y finalmente después de años de estudio y prácticas consiguió un destino en el Hospital Puerta de Hierro donde destacó en su campo, ganando fama y prestigio como neurocirujano.
Sin embargo, el destino, con su irónica crueldad, a veces juega malas pasadas y le tenía preparado un encuentro que le pondría ante una encrucijada. Sin quererlo se encontró con que el asesino de sus padres, Amin, fue trasladado de urgencia desde una clínica privada al hospital Puerta de Hierro para enfrentarse a una cirugía cerebral de alto riesgo que solo Mamadou podía dirigir y realizar en su hospital.
Después de estudiar el caso detenidamente Mamadou, entró decidido en el quirófano con una mezcla de emociones: el dolor de la pérdida, la rabia contenida y la determinación de hacer justicia. Se ajustó los guantes, se puso la mascarilla y pidió al anestesista que iniciase el proceso de adormecerle, tras pasar un solo segundo y antes que el verdugo de sus padres cayese en los brazos de Morfeo se encaró con él revelándole su verdadera identidad al recordarle sus terribles actos. Amin presa del terror presumiendo una muerte segura quiso levantarse, huir, salir de aquel maldito lugar como alma que lleva el diablo, pero su cuerpo no respondía y supo que no despertaría jamás. Fue entonces cuando en medio del terror ante lo desconocido cayó en un profundo sueño.
Mamadou sabía que a pesar de su profundo odio no podría matar a Amín, había hecho un juramento Hipocrático que se lo impedía, ¿O quizás debía saltárselo y ajustar cuentas?
Tenía la alternativa de tocar la parte precisa del cerebro para dejarle como un vegetal, vivo pero inútil de por vida, o bien olvidar y perdonarle con las consecuencias que podrían sufrir otras personas.
¿Qué iba a hacer?
El final de esta historia querido lector lo dejo en tus manos, debes escribirlo tú, ponte en su lugar, resuelve la encrucijada y elige el que vaya mejor con tu forma de pensar.
Tú decides. Escribe en los comentarios cómo debe acabar la historia.
Jaime Tino Pouso

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Es posible que Mamadou dejase que las manos de otro cirujano llevase a cabo la operación, y Mamadou solo asesorarse correctamente a dicho cirujano.
Otra opción sería un error. Sí fallece el paciente, o si sana... Que recuperación mental tendría que hacer Mamadou?¿Cómo podría recordar a su familia asesinada en cualquier caso?
Es un buen enfoque, Ángel. Mamadou no sería directamente el responsable, ni de la recuperación ni de la muerte del paciente. Haría bien su trabajo al dar las instrucciones correctas, y evitaría asesinarle en caso de que en el momento le dominaran sus sentimientos. Un punto de vista bondadoso.