En el Corazón de la Selva
Jorge, a sus treinta y ocho años recién cumplidos, se encontraba satisfecho por haber logrado establecer una pequeña empresa. Gracias a su talento y esfuerzo, competía con éxito en el mercado. Las playas de Brasil habían sido el escenario de sus vacaciones ideales, pero su deseo de explorar el mundo lo llevó a tomar un avión hacia Colombia. Sin embargo, lo que debía ser un viaje cultural y emocionante se convirtió en una situación adversa cuando, al sobrevolar la Amazonía, se desató una tormenta imprevista. Vientos huracanados hicieron que el avión perdiera estabilidad sin previo aviso, y acabara estrellándose contra la copa de los árboles.
Cuando Jorge recuperó la consciencia, se encontró entre los restos humeantes de una parte del avión. Con apenas unos rasguños superficiales, varios moratones, dolorido y tremendamente desconcertado por la angustiosa situación, su primera reacción fue buscar a los demás pasajeros, para ayudarles, pero la dura realidad lo golpeó: él milagrosamente, era el único sobreviviente. Se sentó abrumado por las circunstancias y trató de calmarse y reflexionar. Sabía que debía actuar con rapidez. En medio de la selva, rodeado de un inmenso y espeso follaje, no sería fácil que le encontraran, su supervivencia dependía de su actitud e ingenio.

Revolviendo entre los restos del avión, encontró agua embotellada, unas galletas y un pequeño suministro de alimentos que habían sobrevivido al impacto. Jorge decidió que no podía quedarse allí. Con los primeros rayos del sol comenzando a salir, se subió a la copa de un gran árbol para obtener una mejor vista del entorno. Desde lo alto, divisó un promontorio elevado que se erguía en la distancia y lo tomó como punto de referencia.
Recortó una rama seca y, utilizando una navaja pequeña, afiló su extremo para que pudiera emplearse como lanza en caso de encontrar un animal peligroso. Sin más dilación, comenzó a caminar hacia él promontorio consciente de los peligros que acechaban en la selva. Mientras avanzaba, consideró la presencia de insectos venenosos y animales salvajes, pero continuó su camino de forma decidida ya que su determinación era más fuerte que su miedo.
Después de varias horas de caminar por la selva, evitando especies desconocidas, su cansancio afectó sus reflejos y accidentalmente pisó la cola de una serpiente perfectamente camuflada entre las hojas del suelo, al sentirse atacada, con un movimiento veloz, le mordió el tobillo. De manera instintiva, cogiéndola cerca de la cabeza la lanzó lo más lejos posible. El ofidio rápidamente huyó ocultándose entre las hojas y ramas del follaje.
Jorge experimentó una situación de pánico al observar que el ofidio, a pesar de no ser de gran tamaño, exhibía franjas perpendiculares de colores amarillo, rojo y negro. Era consciente de que, si se trataba de una serpiente de coral, le quedaría muy poco tiempo de vida. Pálido por el shock, sintió los latidos acelerados de su corazón e intentó relajarse, temiendo que el bombeo más rápido de sangre acelerara la propagación del veneno.
Procedió a realizarse un torniquete, pero al examinar la herida no observó signos de colmillos que pudieran haber inoculado veneno; parecía más bien una mordedura superficial. Consideró la posibilidad de que se tratara de una serpiente falsa coral y que no fuera venenosa. Se sentó sobre un tronco para esperar. Transcurridos unos minutos, verificó que se encontraba en buen estado. Concluyó que no había recibido inoculación de veneno y emitió un suspiro de alivio. Reflexionó sobre la importancia de actuar con mayor precaución y no precipitarse. Luego, reanudó su trayecto con la esperanza de localizar un rio que lo condujera a un poblado habitado.

Fatigado, Jorge consiguió llegar a un claro en medio de la selva, donde se encontró con una tribu indígena. Inicialmente, los miembros de la tribu lo observaron con desconfianza e inseguridad, mostrando expresiones de cierta hostilidad. No obstante, Jorge, recordando las enseñanzas sobre la importancia del respeto y la empatía, se acercó manteniendo la calma a duras penas y mostrando su mejor sonrisa, tratando de ocultar su miedo. A través de gestos y palabras sencillas, intentó comunicar su buena voluntad e intención pacífica.
Aunque algunos miembros del grupo parecían debatir sobre cómo proceder con el intruso, gradualmente la tensión disminuyó. Comprendieron que estaba solo, desorientado y no representaba un peligro. Necesitaba ayuda. Jorge ofreció una pequeña linterna led y parte de sus provisiones, lo cual fue un acto que comenzó a generar confianza, logrando así que le ofrecieran refugio, comida y techo.
A medida que transcurrían los días, Jorge se integraba progresivamente en la vida de la tribu. A pesar de las diferencias culturales, logró ser constructivo al instruirles en la construcción de un acueducto y diversas obras de ingeniería, ganándose su confianza y respeto. Esto también le permitió aprender sobre sus costumbres ancestrales, como la danza de la lluvia y conocer sus tratamientos con hierbas medicinales.
Fue testigo de la marcada fraternidad que unía a cada miembro de la comunidad y comprendió que la solidaridad era el pilar fundamental de esta sociedad, donde todos colaboraban, compartían los recursos disponibles y se cuidaban mutuamente. Llegó a la conclusión de que, aunque provenía de una sociedad más avanzada tecnológicamente, se encontraba rezagada en términos de inteligencia emocional.
Jorge se integró como un miembro más del grupo, participando activamente en sus juegos y actividades diarias, adquiriendo conocimientos de su experiencia. La selva, que inicialmente le parecía un entorno intimidante, se convirtió en un hábitat vibrante y acogedor. A través de la perspectiva de sus nuevos compañeros, Jorge comprendió la verdadera esencia de la comunidad y su conexión con la naturaleza. Apreciaba que la felicidad no radicaba en los bienes materiales, sino en el amor, la fraternidad y ser dueños de su tiempo.
Un día, mientras colaboraba en la construcción de un nuevo refugio para la tribu, Jorge se sentó a descansar bajo la sombra de un árbol frondoso. Al mirar el horizonte, entendió que su viaje no había sido en vano. Había sobrevivido a un terrible accidente, encontrado un propósito y nuevos amigos en plena selva.
Finalmente, la tribu ayudó a Jorge a establecer contacto con el mundo exterior. Después de varias semanas de aventuras, experiencias y aprendizajes, llegó un equipo de rescate; sin embargo, Jorge no quiso marcharse sin antes comprometerse a regresar. Con un profundo agradecimiento, se despidió de sus amigos, llevando consigo no solo recuerdos valiosos, sino también una renovada perspectiva de vida.
El vuelo de retorno fue una experiencia distinta. Aunque observaba la vastedad de la Amazonía desde arriba, Jorge era consciente de que había dejado una parte integral de su ser en la selva. Se había transformado en un defensor de la fraternidad y la solidaridad, y esta aventura marcó el inicio de una trayectoria comprometida con la promoción del entendimiento intercultural y la importancia de protección de la naturaleza y el medio ambiente.
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