Arcadia - Una utopía subterránea
Armando era un joven de 30 años con una altura considerable y complexión atlética, que iba ascendiendo por el arbolado monte navarro, cerca de Zugarramurdi. En ese momento, el paisaje estaba cubierto por un manto blanco de nieve invernal, transformando la montaña en un entorno helado. Con cada paso, su corazón latía con fuerza mientras respiraba acompasadamente para mantener el aliento. Era de madrugada, y el viento frío soplaba con fuerza, acariciando su rostro y provocándole sequedad en la piel. Era la única parte de su cuerpo que no llevaba protegida, aunque iba bien equipado.
Pensó en detenerse para aplicarse crema en la cara, pero descartó la idea. A solo 250 metros de la cima, decidió hacer un último esfuerzo impulsado por la emoción de la conquista.
De repente, sintió un temblor bajo sus pies. Miró alrededor, temiendo un alud, pero no vio nada extraño. Antes de seguir subiendo, el suelo se hundió bruscamente bajo él. Intentó agarrarse, pero cayó por un tobogán que lo arrastró hacia las profundidades de la tierra. Cerró los ojos, resignado, seguro de que la muerte estaba cerca.
Fue entonces cuando sintió un impacto. Sus pies chocaron con el agua sumergiéndose a varios metros de profundidad. A pesar del caos, pudo mantener el control. Tras unos segundos de incertidumbre, abrió los ojos y comenzó a bracear desesperadamente en busca de la superficie. Cuando finalmente emergió, inhaló varias bocanadas de aire, y al mirar a su alrededor, se encontró flotando en un magnífico lago, cuyas extrañas rocas reflejaban una luz enigmática que creaba un ambiente casi mágico.
Nadó hasta la orilla y llegó a una playa de arena blanca. Exhausto, se desplomó. Al despertar, se sintió agradecido por estar vivo. Se revisó buscando heridas y notó que estaba ileso. Observó su entorno y vio una cueva inmensa. Necesitaba encontrar una salida, ya que no podía volver por el camino que había caído; era demasiado alto para escalar. Había perdido su mochila con el almuerzo, pero, aunque había tragado agua, esta parecía potable. Bebió un buen trago, sabiendo que podía pasar tiempo sin comer, pero no sin beber.
De repente, un ruido llamó su atención. Al volverse, vio el aleteo de un ave que desapareció tras un promontorio. Pensó que no podía ser un ave en una cueva tan profunda y consideró que podría haber sido un murciélago. Se preguntó de dónde provenía esa luz, ya que estaba bajo tierra.
Caminando en dirección contraria al lago, avanzó durante media hora hasta llegar a la cima de una loma. Desde allí, observó un hermoso valle verde con un pequeño pueblo atravesado por un río. Decidió acelerar el paso.

Después de caminar quince minutos, Armando encontró a dos jóvenes vestidas con ropas que dejaban al descubierto uno de sus hombros. Al verlo, lo miraron con curiosidad y algo de extrañeza. Intercambiaron sonidos que Armando no comprendía pero que parecían ser preguntas sobre su identidad y procedencia. Justo cuando iba a responder, aparecieron dos hombres corpulentos que, con buenos modales, pero firmeza, le indicaron que debía seguirles. Armando decidió obedecer, ya que no percibió una actitud hostil y esperaba que pudieran ayudarle a encontrar la salida.
Mientras avanzaban, intentó comprender el idioma que estaban hablando. Algunas palabras parecían derivadas del latín antiguo. Lamentó no haber prestado más atención en sus estudios. Todo le resultaba extremadamente extraño; ¿una ciudad subterránea?
Finalmente, ingresaron a un pequeño edificio y lo condujeron a una sala de juntas. Uno de los hombres indicó: “Espere aquí”, haciéndole señas para que aguardara. Después de cinco minutos, ingresaron tres personas; una de ellas, la de mayor edad, se dirigió a él: “Por favor, indíquenos su procedencia y cómo ha llegado hasta nosotros.”
Armando sintió un alivio inmenso al escuchar que su interlocutor hablaba castellano. Relató su historia pormenorizada y les pidió ayuda para regresar a su hogar. La respuesta fue desconcertante: “Todo a su debido tiempo. Nadie puede saber de nuestra existencia aquí. Fuera, reinan el egoísmo y la locura. Si supieran de nosotros, tratarían de exterminarnos”.
“¿Qué os hace pensar de esa manera?”, inquirió Armando.
"Responderás a esa pregunta cuando nos conozcas. Por ahora, eres nuestro invitado. Santiago será tu instructor y acompañante aquí. Habla perfectamente castellano y es de los pocos que visita el mundo exterior."
Armando se sintió agobiado, aunque también experimentó una leve esperanza debido a la amabilidad percibida en las personas. Se le ofreció una estancia con todas las comodidades necesarias para asegurar su bienestar. Esa noche, apenas logró conciliar el sueño, reflexionando sobre los eventos recientes y deseando clarificar su situación de incertidumbre.
Al día siguiente, Santiago llegó temprano y sugirió un paseo por la ciudad. “Observa todo y pregúntame lo que quieras”.
Pasado un tiempo, Santiago preguntó: “¿Qué opinas a primera vista?”
Armando, aún sorprendido, dijo: “Todas las viviendas tienen jardines y parecen diseñadas por el mismo arquitecto, aunque cada una es única”.
"Una observación acertada", señaló Santiago. "Procedimos a diseñar una vivienda ideal: agradable, energéticamente eficiente, bien iluminada, de dimensiones adecuadas y con un pequeño jardín para la relajación".
“¿Son caras?”
Santiago sonrió y respondió: "No cuestan nada".
"¿Puedes explicarme eso, por favor?"
"Son una necesidad y un derecho, y todos contribuimos a su realización."
"La democracia aquí no es solo una palabra; la practicamos realmente. Todo se decide entre todos. Seguimos el ‘gobierno del pueblo para el pueblo’ desde hace 2.000 años, cuando huimos de malos gobernantes, invasiones y masacres."
“¿Acaso no hay personas con privilegios entre vosotros? ¿Ricos y pobres?”
"No. No existe la propiedad privada, excepto en aquellos casos que no afecten al bienestar general. Lo que demostramos es una profunda admiración y respeto por quienes se destacan en inteligencia, bondad y humanidad. Todos disponemos de los mismos recursos y gozamos de las mismas oportunidades".
“¿Sois comunistas?”
“No”
“No hay estado. No toleramos dictadores ni jefes sobornables. Mira bien, nadie es superior a otro”.
"Sin embargo, ¿habrá alguien encargado, correcto?"
“Tenemos un consejo de sabios que cambia cada diez años. Los nuevos opositores deben someterse a una exhaustiva preparación técnica y humana antes de presentarse como candidatos. Además, deben demostrar cualidades de empatía y bondad. La inteligencia sin valores produce monstruos”.
“¿Por qué iban a esforzarse en prepararse tan concienzudamente si el puesto no implica privilegios?”
"Ganar respeto, prestigio y honor. Nos enseñaron a colaborar, no a competir. Incluso los trabajos menos agradables deben ser compartidos."
“Por favor, desarrolla un poco la idea”.
“Cuando surge una idea ingeniosa o un nuevo proyecto, la persona o el equipo que la ha desarrollado debe presentarla al consejo. Si este considera que es beneficiosa para la sociedad, la someterá a votación, previa explicación detallada de los pros y contras. Todos los ciudadanos están obligados a votar telemáticamente; la mayoría decide, porque nadie puede sobornar a la mayoría”.
“Hablemos de la educación”.
“La educación se adapta a las necesidades tanto físicas como mentales y técnicas de los individuos. La escuela y la universidad seleccionan a las personas según su inteligencia o habilidades y las orientan hacia las profesiones para las que son aptas, priorizando las especialidades que se requieren y fomentando valores necesarios para el desarrollo humano. Es obligatoria, práctica y sirve como una vía para formar ciudadanos responsables”.
"Sobre la desigualdad, ¿qué piensas de las personas que duermen en la calle?"
“No es ético y demuestra vuestro fracaso como sociedad. La libertad depende de la existencia de condiciones de vida adecuadas. Aquí, todas las personas tienen vivienda y sus necesidades cubiertas, pero también tienen obligaciones que se cumplen, con la certeza de que el trabajo realizado es por el bien común. ¡No permitimos la explotación entre personas!
"¿Tenéis ejército?"
"No, no es necesario. Contamos con bomberos, salvamento y seguridad para manejar incidentes y prevenir problemas."
“No teméis que os puedan atacar”.
“Si observas, verás que las casas no tienen cerraduras. No tenemos ladrones porque todos tienen lo que necesitan, no hay desesperación. Nos sentimos tranquilos y seguros”.
“Solo os tememos a vosotros, que sois una clara amenaza. Os tienen engañados y os dejáis gobernar por el mal que, en definitiva, es el que rige vuestro destino. Nosotros somos solo cuatro pequeñas poblaciones que nos gobernamos bajo el mismo sistema; estamos unidos porque nos va la vida en ello. Nuestra única preocupación es conseguir ser ignorados por los que viven en el exterior”.
“¿Vuestro sistema de salud es gratis?”
“Por supuesto. Tratarla bajo parámetros economicistas sería criminal y discriminatorio. Te recuerdo que todos estamos contra la injusticia y la desigualdad”.
"Veo que tenéis centros comerciales. ¿Cómo se paga por los artículos?"
"Se permite realizar compras con tarjeta o móvil, pero solo se pueden adquirir los artículos necesarios. No está permitido acumular en exceso. Al adquirir un producto, el recibo indica cuántas unidades adicionales se pueden comprar durante el mes. No hay quejas al respecto, ya que el sistema opera de manera eficiente. Hay suficientes recursos para todos, aunque no para satisfacer deseos excesivos."
"Noto que disponéis de una tecnología avanzada y comparable a la nuestra".
“No olvides que aprovechamos vuestras ideas; os conocemos bien”.
“Y con tanto bienestar, ¿no tenéis superpoblación?”
“La controlamos rigurosamente. Solo un hijo por pareja; en casos extraordinarios, dos. No podemos permitirnos crecer, nuestro espacio es limitado”.
"¿Nadie se escapa?"
“No. Aquí nadie está retenido. Cuando lo solicitan, les mostramos cómo se vive ahí fuera y se les quitan las ganas. Si alguien insiste, puede hacerlo bajo juramento de que no revelará nuestra posición. Los pocos que salieron han vuelto; les damos una fecha y un lugar donde contactar para facilitarles el regreso. Por cierto, la fisura por donde tú entraste ya la hemos cerrado”.
“He notado que los bares y terrazas están llenos. ¿No hay problemas con el alcohol?”
Las bebidas contienen un estimulante inofensivo que induce una leve euforia, pero están libres de alcohol. No existen drogas con efectos secundarios; la ausencia de lucro y beneficios particulares elimina su propósito. La alimentación y todos los elementos en general se rigen por los mismos principios. Los pocos animales disponibles reciben cuidados respetuosos, sin sufrir innecesariamente, y no se utilizan hormonas ni aditivos.
Armando observaba cómo los jóvenes practicaban deporte, artes y juegos. El ambiente era de alegría, tranquilidad y armonía, distinto al del mundo exterior.
"Probemos una bebida".
Se sentaron en una mesa de la terraza concurrida, y Santiago pidió una bebida para ambos. Armando tomó la suya lentamente y comentó que estaba muy buena. Después de un par de copas, se sintió mejor. Al girar la cabeza, vio a una mujer que lo miraba. Le sonrió y alzó su copa. Ella le devolvió la sonrisa.
"Parece que has causado una buena impresión."
“Santiago, ¿puedo hablar con ella?”
“Hablar, lo que se dice hablar, no sé... Si te parece, te ayudo a concertar una cita y te facilito un traductor electrónico”.
Unos meses después, Armando, totalmente adaptado a la nueva sociedad, recibió la visita de Santiago, quien le pidió decidir: “¿Quieres volver al exterior?”
“No, en absoluto. Soy huérfano, y aunque dejo amigos atrás, no tenía una pareja hasta ahora. Si me aceptáis, estaré profundamente agradecido por la oportunidad de integrarme con vosotros”.
"Me alegra tu decisión. El consejo probablemente aceptará tu solicitud, pero deberás pasar un curso de formación."
Con esperanza y promesa de un nuevo comienzo, Armando se adentró en un futuro que nunca habría imaginado.
Hasta aquí amigos este pequeño relato.
Y usted, ante esta situación, estimado lector, ¿qué decisión habría tomado?...
Jaime Tino Pouso
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